domingo, 1 de diciembre de 2013

Un mes de Noviembre distinto


El mes de Noviembre se ha notado diferente a los anteriores. El cambio de estación y comienzo de la época seca se va percibiendo poco a poco. Las lluvias terminaron hace semanas y los colores tornan a pardos sin darme cuenta. El aire de las noches comienza a notarse frío y las mangas largas ya tienen otra función que la de sólo evitar las picaduras de mosquitos. El colegio por fin ha empezado y da gusto ver a los niños desplazarse con sus cuadernos, bolsas y mochilas desde primera hora de la mañana. Por las noches vuelvo a convertirme en profesora de refuerzo. 

A mediados de mes me desplacé hasta Dakar para recoger todo el papeleo que realicé el mes de Agosto para la residencia en Senegal. Esta vez tuve dos compañeros de viaje: Wandoo y Elena, una alegre y encantadora compañera de equipo. La hospitalidad de las gentes de Sègou rebasó hasta Dakar. Nos alojamos en casa de Paate, un amigo de Wandoo nacido en Sègou, y pronto avistamos a mucha más gente de Sègou ubicada en el mismo barrio de Dakar. Pasamos una buena tarde con ellos, pareciendo que no hubiéramos recorrido los aproximadamente 700 kilómetros que separan Dakar de Sègou. 

En la capital existen bastantes cosas dispares a nuestra zona dentro de la Reserva. La mayoría de las casas presentan luz y electricidad. El agua llega hasta ellas a través de pequeñas tuberías pagando una pequeña cantidad cada vez que se abre el grifo. Los mercados llenos de color desbordan las calles. Los pantalones también son moda de las mujeres. También pueden verse minifaldas. La ropa ajustada es bastante popular en la capital aunque continúan divisándose los atuendos tradicionales. Las pelucas, extensiones o inclusive el pelo corto sin trenzar es común entre las mujeres locales. Se entremezclan religiones, distinguiendo tanto iglesias como mezquitas. Y para los más pequeños aparecen los cómodos pañales! 

Pasamos en Dakar la fiesta de fin de año (14 de Noviembre), también llamado Yulderden. Aproveché mi estancia en Dakar también para darme algún que otro lujo; aunque pasados tantos meses creo que puedo llamarlas necesidades: helados, leche fresca, ricos zumos. En bastantes ocasiones esos lujos se echan en falta. Visitamos los mercados típicos de Dakar, probamos diferentes comidas (siempre anegadas de picante!), estuvimos en la celebración de un casamiento junto a la casa donde nos hospedábamos y turisteamos a pie la gran ciudad. 

Para mi gusto, es una ciudad estresante con poca calidad de vida. Demasiados coches y demasiadas personas que únicamente viven para trabajar. Me aflige ver los animales deambulando por las calles sin que nadie sienta un mínimo de preocupación. Me entristece el comercio de ganado, aunque no queda lejos de las prácticas de la cultura occidental, con la diferencia de que esta última se lleva a cabo en granjas cerradas y enanas lejos de nuestra vista. Muchos se desplazan a la gran ciudad para mantener económicamente a sus familias ubicadas en pequeños pueblos alejados. Otros se desplazan para estudiar y formarse en mayor medida como profesores que luego, en un momento u otro, regresarán a aquellos pueblos de donde se fueron cuando eran pequeños para impartir todo aquello que han aprendido. 

El viaje de regreso a la deseada vida tranquila y calmada de Sègou fue una odisea. Empezamos la travesía en Dakar, saliendo a las 9 de la noche y llegando a las 9 de la mañana del día siguiente a Kedougou. Eran las 6 de la tarde cuando lográbamos salir de Kedougou dirección a Sègou. Esperamos 9 horas en Kedougou que el coche acoplara todo el equipaje y arreglara las 3 ó 4 averías que tuvo en un corto espacio de tiempo. Aún recuerdo nuestras caras cuando vimos aparecer el coche que pretendía llevarnos hasta nuestras casas, lleno hasta arriba de mercancía para distribuir en Dindefelo. Y aún quedábamos en tierra 20 personas con nuestras respectivas maletas junto con 3 corderos y un mueble enorme. Parecía imposible que todo entrara en ese pequeño coche. El coche, empujado por 5 personas, que una vez en marcha se colgaron de la parte de atrás de éste, intentó salir por primera vez a las 4 de la tarde. No llegamos a recorrer 100 metros cuando ya se había averiado. Algo bastante normal que sucediera dadas las circunstancias :S El coche volvió a intentarlo otras dos veces más y ya cuando se hizo de noche y pensábamos que pasaríamos allí la noche, de repente arrancó. Tras las dos horas de viaje en la parte de atrás con sacos de arroz y cajas de azúcar y mahonesa rodeándome y aprisionándome llegaba a Sègou únicamente con ganas de descansar pero satisfecha del viaje y todos los días pasados en Dakar en compañía de Elena, Wandoo, Paate, Agibu, Saakli y todas aquellas personas tan amables con las que coincidimos allí. 

Tras regresar de Dakar, Wandoo, Celma y yo tuvimos una completa y agotada semana de campo. Realizamos parte del censo piloto de chimpancés de la Reserva Comunitaria de Dindefelo y pusimos a prueba nuestra forma física en muchos momentos. Ascendimos y descendimos montañas, escalamos paredones y atravesamos todo tipo de hábitat para realizar 7 transectos predefinidos, cada cual más alejado, para la búsqueda de nidos. 

Noviembre es también diferente en cuanto al paludismo. Los casos de malaria llegan a su máximo pico en estos meses y la atención es extrema. La última en contraer la infección ha sido mi pequeña amiga Kadiatou de doce años. Llegó el día en que su fiebre ascendió a más de cuarenta y sus padres estaban fuera de casa trabajando en el campo. La llevé como pude a una casa particular donde tienen test de malaria para la población local de Sègou, y que por supuesto dio positivo. Su pequeño cuerpo no podía aguantar el desplazamiento de los 200 metros que separaban su casa de aquel lugar. Finalmente tuve que avisar a una moto para que la transportaran hasta allí. Sus ojos y su mirada pertenecían a otro lugar. Apenas podía hablar. Los cuatro días siguientes estuve al tanto de ella. Es una alegría ver cómo ha ido mejorando poco a poco tras la medicación y notar como su energía emerge poco a poco por su cuerpo. 

Ahora Sègou tiene tres chicas españolas ¡El castellano empieza a ser común aquí! La última chica en llegar viene con el programa de ecoinvestigación del Instituto Jane Goodall para conocer nuestra metodología de trabajo en Sègou y compartir también sus conocimientos con nosotros durante unas pocas semanas hasta que llegue la fecha de Navidad. 

Desearía disfrutar con mi familia y amigos de España, con todos vosotros, del aire de las noches tropicales y de las impresionantes noches estrelladas. Deleitarnos juntos del precioso contraste de la tez oscura de la población local con el de sus alegres telas. 

Cada criatura de la fauna autóctona es, en sí misma, una herencia de valor incalculable que no tenemos derecho a destruir ni a poner fuera del alcance de nuestros hijos. 
Sitton, the wolf that changed America 

En el norte cada día sentimos todo lo que hacéis allí abajo. En el norte el hielo se derrite. ¿Qué se necesita para derretir el hielo que envuelve el corazón humano? 
Angaangag Lybetta, líder de la nación esquimal de Groenlandia 

Las lecciones las dictaría la propia vida, con todas sus contradicciones y sus maravillosas sorpresas, a veces trágicas, y a menudo crueles. Y podía afrontar esa etapa sin miedo porque gracias a mi familia y a la educación recibida estoy medianamente equipada con sólidos valores morales y una mente independiente y librepensadora. 
Jane Goodall

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