En la costa de Dakar |
Debido a los trámites en los que me encuentro inmersa y que pronto os contaré, llevo en Dakar casi una semana y aún me quedan unos cuantos días más… Es conocido por todos mi poco cariño hacia esta ciudad, por lo que mi larga estancia no es por placer sino por la ausencia de una correcta y eficiente burocracia.
Desde prácticamente las nueve de la mañana hasta pasadas las cinco de la tarde el ardiente calor se apodera de las calles. Generalmente, las duchas se posponen hasta el final de la tarde. Ducharse durante el día es bastante ilógico, ya que en el mismo instante que el agua deje de rozarte la piel, el sudor aflorará de nuevo sin problemas.
En Dakar no existen las fresquitas casas de adobe y paja presentes en la Reserva. El cemento y los techos de metal han cogido la delantera. Cada vez que me desplazo a la capital, mis amigos de Segou me acogen como una más. ¡Y es que también hay gente de Segou en Dakar!