sábado, 18 de octubre de 2014

¡Qué diferente es Dakar!


En la costa de Dakar
Debido a los trámites en los que me encuentro inmersa y que pronto os contaré, llevo en Dakar casi una semana y aún me quedan unos cuantos días más… Es conocido por todos mi poco cariño hacia esta ciudad, por lo que mi larga estancia no es por placer sino por la ausencia de una correcta y eficiente burocracia. 

Desde prácticamente las nueve de la mañana hasta pasadas las cinco de la tarde el ardiente calor se apodera de las calles. Generalmente, las duchas se posponen hasta el final de la tarde. Ducharse durante el día es bastante ilógico, ya que en el mismo instante que el agua deje de rozarte la piel, el sudor aflorará de nuevo sin problemas. 

En Dakar no existen las fresquitas casas de adobe y paja presentes en la Reserva. El cemento y los techos de metal han cogido la delantera. Cada vez que me desplazo a la capital, mis amigos de Segou me acogen como una más. ¡Y es que también hay gente de Segou en Dakar!
El hermano pequeño de mi guía Wandoo vino a la gran ciudad hace ocho años para estudiar en la Universidad. Tras estudiar dos años en la Universidad de Dakar y no tener dinero para continuar su carrera, tuvo que buscarse un trabajo. Por desgracia no volvió a pisar la Universidad. Otros dos amigos de Segou se encuentran, a día de hoy, estudiando en la Universidad y el resto de habitantes de Segou que viven en Dakar, trabajan sin descanso para tratar de tener una vida diferente. 

Haouka, habitante de Segou y estudiante en la Universidad de Dakar
La representación del pueblo de Segou está ubicada en el mismo barrio de Dakar, a excepción de los dos chicos estudiantes que viven bastante más alejados junto a la Universidad. Viven en pequeñas habitaciones de cemento y techo de Zinc, de unos cinco metros cuadrados. Las habitaciones suelen presentan únicamente una cama de dos metros y bastantes cubos donde acumular el agua necesario durante el día. La habitación de Paate, además, presenta una televisión, luz y un grifo de salida del agua afuera de su puerta. Cada vez que me desplazo a la gran ciudad, Paate me acoge como una más. Generalmente, el edificio de Paate, situado a cinco minutos en diferentes direcciones del resto de las habitaciones de los habitantes de Segou, suele ser el lugar de encuentro durante las noches tras su largo día de trabajo. El hermano pequeño de mi guía Wandoo, llamado Agibou, trabaja junto a Paate y Saakli en una heladería. Salen de casa sobre las ocho de la mañana y no regresan hasta las nueve o diez de la noche. Todos los días de la semana repiten el mismo horario a excepción de su único día libre, el domingo. 

Haouka y Moussa cenando Lakh (tipo de cereal) y Kosan (leche)
La vida en la gran ciudad es diferente. El agua y la luz entran en la factura mensual como en cualquier gran ciudad. En todas direcciones y en cualquier punto de la ciudad, se observan mercados. Los coches y autobuses saturan las carreteras. La alimentación es mucho más variada pero la suciedad es extrema. 

Pero sin duda, el punto principal que sigue sin dejarme disfrutar plenamente de esta ciudad es la falta de consideración a los animales. Éstos vagabundean por la ciudad para lograr sobrevivir un día más, y el ganado, desgraciadamente, perdura más tiempo en míseras condiciones. Enormes carneros son encadenados en un mismo sitio durante días y días. Con una de sus patas atadas apenas pueden dar un par de saltos. Y cuál fue mi sorpresa de observar cómo el otro día humedecían trozos de cartón de aproximadamente diez centímetros para alimentar al ganado ¡Sin palabras! Los caballos únicamente viven para trabajar, cargando a veces con tan excesivo peso que ni los carros de soporte aguantan. Tras el trabajo, el único tiempo que estos animales tienen de descanso será bajo el ardiente sol mientras escasamente comen y beben. 

Desgraciadamente, todos estos animales nunca sentirán calma y serenidad. Siempre con los ojos bien abiertos y alertas. Nunca sentirán una caricia, a no ser que yo pase por su lado :) Aunque sólo sean quince segundos en toda una vida, sentirán esa serenidad que proporciona el cariño de alguien :) 

Apenas hablo Pulaar cuando estoy en Dakar, a excepción del tiempo que paso con mis amigos de Segou. El idioma dominante es el Wolof. Tras las escasas frases que conozco en Wolof, será el francés el idioma común a utilizar. A diferencia de los pueblos de la Reserva, aquí todo el mundo sabe hablar francés: niños, mujeres y hombres. 

Mientras esté en Dakar, aprovecharé el tiempo disfrutando de aquellas cosas ausentes en la lejana zona de Segou: la variada y sabrosa comida, los informativos de noticias, la electricidad, y el rápido internet :)

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