viernes, 10 de mayo de 2013

Viaje a Casamance (II)

Preciosa ceiba ubicada en el camino Diembering-Boucotte
En la isla de Djourauatóu pudimos observar el proceso de recogida del popular vino de palma. Tras realizar un pequeño embudo a partir de unas resistentes hojas, lo introducen en lo alto de la palmera. Bajo éste, unirán una botella durante días para que el vino de palma vaya goteando. Para llegar hasta ese punto, el más alto de la palmera, el hombre local se sirvió de una simple cuerda que unía el tronco del árbol y su cintura, subiendo y bajando únicamente por contrapeso. Sencillamente impresionante. 

El gusto del vino de palma es un tanto especial; la primera vez que lo probé, me pareció haber bebido el líquido de una lata de berberechos :) En todo caso, resulta apetitoso. 


Tras un paseo recorriendo todos los preciosos rincones de la isla y una rica cena, nos agrupamos en una nueva hoguera y envolviéndonos un espectacular atardecer, conversamos y bailamos al ritmo de los djembes.

Ese día por la noche una pequeña infección intestinal intentó estropearme el viaje pero no lo consiguió, aunque sí amainó un poco mis fuerzas. 

Al día siguiente, tras la pena de despedirnos de aquellas agradables personas que difícilmente volveremos a ver, fuimos de nuevo al continente y aprovechamos a hacer parte del camino hacia la costa de Casamance con Ambroise, ya que también se dirigía hacia allí. Una buena ruta a pie bajo el sol abrasador que mi cuerpo aguantó bien :) 

Descendimos Casamance a pie por toda la costa. Pasamos por Cachoane, Diembering (donde nos despedimos de Ambroise e hicimos noche) y Boucotte, hasta llegar al penúltimo pueblo antes de la frontera con Guinea-Bissau llamado Cap Skirring. El paseo por esas playas paradisíacas y esa brisa deliciosa quedará en mi memoria. 

Lo último que hicimos antes de emprender el camino de vuelta fue asistir a un festival de Jazz en Cap Skirring. Fue bastante divertido. Creo que amenizamos bastante la velada a todos los asistentes :) Intentamos bailar sus danzas típicas e inclusive dos de mis compañeras se lanzaron a lo alto del escenario intentando repetir uno de los bailes tan peculiares que dos mujeres locales reproducían. Creo que nos dieron un aprobado. 

El viaje de vuelta también duró más de 24 horas, con una infracción incluida para nuestro ya amigo conductor, por no llevar claxon y sustituyendo las ovejas del viaje de ida del capó por unas sillas que compró una compañera y que estuvieron a punto de quedarse en carretera por no "pasar" uno de los tantos controles policiales. 

Hicimos noche en Kolda, en casa de un amigo del IJG. Para acabar más que encantados del viaje, topamos con esa encantadora familia. La amabilidad y los cariños que nos procuraban eran profundos y sinceros. ¡Un buen plato de pollo, cebolla y pan para finalizar! Llegaba a Ségou el domingo 21 de Abril a las diez y media de la noche con el cuerpo cansado pero encantada del viaje. 

Llegaba con ganas de ver a mi gente. Me recibía efusivamente el policía de Sègou, un hombre corpulento y serio cuando lo conoces por primera vez así como cercano y agradable a medida que lo vas conociendo. No había muchas personas por el pueblo a esas horas. Antes de llegar a mi casa, me recibía con un abrazo una de las pocas personas que aún quedaban en pie. Al llegar a casa, todos se despertaron y levantaron para darme la bienvenida. Fue en ese momento, al ver en sus caras y gestos la alegría que sentían por mi vuelta, cuando realmente me di cuenta del lazo que hemos estrechado.

¡Espero que la próxima renovación de visado sea tan emocionante!

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